La maravilla
Llegaban cada vez más personas al coro que ya sumaba miles. Nadie, por el momento, detendría la multitud. Todo fue consecuencia de un hombre que se detuvo a mirar el infinito. Algo raro apareció en su expresión. Con la observación, su gesto involuntariamente contraído, se había relajado hasta quedar en paz consigo mismo. Había visto la maravilla.
El hombre contempló por largo rato la aparición que, a la vista de los transeúntes, no era más que el paisaje diario. Cuando abandonó el sitio, un curioso se acercó para inspeccionar el área. Los ojos de aquél se llenaron de brillo; se ladeaba ora de un lado, ora del otro. Llegaron un tercero y un cuarto y ya sumaban diez cuando la noticia de que algo maravilloso estaba impresionando a los hombres circuló por la ciudad. Cientos de personas miraban al infinito. El punto de referencia era un poco más distante que cualquier distancia. Al llegar los periodistas comenzaron las entrevistas, los intercambios de impresiones, las anécdotas. Alguien había visto la figura de un mono saltando sobre el arcoiris; otro, una danza de estrellas en forma de calidoscopio; el próximo, a los planetas reunidos entonando La Oda a la Alegría. Cada cual distorsionaba la realidad de acuerdo con su fantasía. No cabía dudas, todos habían disfrutado la maravilla.
El hombre contempló por largo rato la aparición que, a la vista de los transeúntes, no era más que el paisaje diario. Cuando abandonó el sitio, un curioso se acercó para inspeccionar el área. Los ojos de aquél se llenaron de brillo; se ladeaba ora de un lado, ora del otro. Llegaron un tercero y un cuarto y ya sumaban diez cuando la noticia de que algo maravilloso estaba impresionando a los hombres circuló por la ciudad. Cientos de personas miraban al infinito. El punto de referencia era un poco más distante que cualquier distancia. Al llegar los periodistas comenzaron las entrevistas, los intercambios de impresiones, las anécdotas. Alguien había visto la figura de un mono saltando sobre el arcoiris; otro, una danza de estrellas en forma de calidoscopio; el próximo, a los planetas reunidos entonando La Oda a la Alegría. Cada cual distorsionaba la realidad de acuerdo con su fantasía. No cabía dudas, todos habían disfrutado la maravilla.
(Tomado del libro Parábolas para una oreja sorda, de Miguel Ángel Fraga)
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