EL ENSAYO COMO VEHÍCULO DE FRAUDE EN LA EDUCACIÓN COLOMBIANA, por Pedro Merino
Para Jonathan, Paola, Julián, etc. __no incumbe
su nombre__, solo le importaron darles la buena noticia a sus padres sobre sus
calificaciones en la escuela, instituto politécnico o de educación superior. Lo
transcendente era pasar, aprobar el año, ser alguien, o comenzar a trabajar
como docente graduado, por ejemplo.
Sin embargo, esos padres de Jonathan, Paola, Julián,
etc., jamás se imaginaron o quizás a sabiendas de que la mesada que les
enviaban a sus hijos iba a confabularse con el pago de un ensayo, requisito
indispensable para el pase o aprobado de cada alumno, y así continuar la búsqueda
del tan ansiado trabajo de mejor remuneración.
Pero cometieron fraude, sí, tanto los padres
como sus hijos al pagarle a cierta persona que por tener habilidades en la
redacción de ese género literario como el ensayo dio al traste con la
graduación de alumnos que jamás escribieron o incurrieron en ese ejercicio
narrativo. Peor aún: tal vez ignoraron el contenido de ese ensayo que
probablemente no haya respetado el derecho de autor.
Por Internet se pueden apreciar disímiles
ejemplos de ensayos con su introducción, desarrollo y conclusiones, que ya sea
por cuestionar personalidades importantes de una época, o exponer un tema crudo
sobre la realidad, etc., o de cualquier tema,
sirven, esos propios ensayos, para acumular ideas que conforman esos
ejercicios de redacción que tanto anhelan
muchos estudiantes quienes pagan desde 250, 000 hasta 500, 000 pesos
colombianos, según la extensión de dichas obras.
Es cierto: esos alumnos obtienen el galardón.
Se gradúan. ¿Realmente se imparte en cada centro de estudios cómo escribir un
ensayo? La respuesta puede que se quede a medias o se deslice abruptamente en
silencio el consabido fraude entre padres, alumnos, y ¨ensayistas¨, para lograr
ser alguien en el mañana. Solo que esa satisfacción no tiene un nombre
original: el verdadero.
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