Las agencias de aerolíneas han ido demasiado lejos
















En su deseo de proteger su capital rehúsan devolver el dinero por un servicio que no van a ofrecer. Los vuelos se han cancelado por el COVID-19. El dinero que recibieron de los vuelos cancelados lo han atesorado en sus arcas.
Esto es sin contar que, al comprar el pasaje por internet te dan un precio de oferta, que sólo incluye el derecho a viajar y el impuesto del viaje. A este precio inicial añaden los servicios extras:
Los seguros de viaje como el derecho a una cancelación o cambio de billete.
El seguro del equipaje, por extravío o pérdida.
El seguro de retraso de vuelo.
Los soportes como la información sobre el estatus del vuelo y los avisos por email o SMS.
El seguro de reembolso – que te alerta que si no lo pagas perderás tu dinero.
El asiento que quieres - como si fuera opcional ir de pie en un avión.
Las comidas - como si el alimento para la vida fuera un artículo de lujo.
La facturación del equipaje – si es de mano o ha de viajar en la barriga del avión.
La forma de pago – cómo realizarás el pago: transferencia bancaria, tarjeta de débito, de crédito, Pay Pal…
Y un etc. que incluyen ofertas para comodidades y, por qué no, hasta alguna donación para la protección del medioambiente.
Para concluir, el precio inicial de la oferta se duplica o triplica según el lugar de destino y los servicios que hayas solicitado.
Pero lo más brutal de todo esto es su negación a devolver el dinero por un servicio que no van a ofrecer. Según dicen, es por las políticas que ellos mismos han inventado y que uno debe aceptar porque si no lo aceptamos, no viajamos. La Aceptación de la Condiciones del Vuelo es lo único gratuito, pero obligatorio.
Es elemental, obvio, que devuelvan el dinero por los servicios no ofrecidos sin necesidad de que uno les contacte. Pero esto no está incluido en su polítca de vuelo.
En sentido amplio, no sólo las aerolíneas han ido demasiado lejos; la política neoliberal se deshumaniza al amparo de la democracia y la burocracia parlamentaria. El neoliberalismo muestra sus garras y el efecto nocivo ya es evidente. ¿Quién puede pararle?
Puedo visualizar la respuesta. Reza un proberbio popular: no hay mal que dure cien años. Según la historia y sus revoluciones sociales, no hay ley, ni gobierno o tirano que contenga la disconformidad y - en lo que a la modernidad respecta - la revolución global de la Nueva Era.

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