Primera condición para la aceptación

 


No podré ser aceptado si primero no me acepto yo mismo. ¿Cómo pretender que los demás me quieran si no me quiero yo? La no-aceptación genera conflicto y me hace suponer que el mundo es quien no me comprende. Por eso me enfado, me aíslo o me deprimo; lucho con encono por ser aceptado, critico al sistema, a la gente, y genero nuevos conflictos. Cuando me di cuenta que no no podía vivir con armonía si estaba declarando la guerra, vislumbré otro universo de comprensión. Si lanzo piedras no puedo recibir flores. El verdadero conflicto no estaba allá fuera sino en mi mente. Desde pequeño asimilé creencias infundadas en la moral, la ideología y la religión. Ellas moldearon mi carácter y personalidad; por consecuencia, mi infelicidad. Cuando fui consciente de esto, dejé de enmascarar mi comportamiento y sentirme culpable. El efecto de la auto-aceptación lo noté cuando, de repente, me sucedieron encuentros y reencuentros con nuevos y antiguos amigos. Entré en círculos donde fui fácilmente aceptado y aquellos, que tal vez no me aceptaban se distanciaron de manera imperceptible, o desaparecieron.

Es fácil resumir en un texto el camino hacia la aceptación. Sin embargo, dicho proceso me tomó entre siete y diez años. Para ser honesto, entre avances y recaídas, no sé si haya concluido del todo.

Algo similar ocurrió con la literatura – cuyo núcleo fundamental para el desarrollo y desenlace de una obra es el conflicto. En ausencia de conflicto, qué podía escribir que no fuera trivial ni edulcorado. Buena parte de la literatura se nutre de estiércol, utiliza leña para avivar su fuego. En cambio, lo que yo quiero es tocar la luna – si pudiera.


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