SIETE DESPRECIABLES MINUTOS

 

SIETE DESPRECIABLES MINUTOS de "Cuentos del Amor Escandaloso" (2001).
La relación de amor entre dos mujeres es una de las narraciones más poéticas que he escrito. Aquí les dejo fragmentos del cuento.
Está ahí sentada mirando el mar, despeinándose con una rara expresión de desconsuelo. (… ) No tiene esperanzas pero espera, aún quedan algunos minutos para que oscurezca del todo y espera.
"Tus manos no son vulgares. Nunca podrán serlo. No hacen falta largos dedos ni uñas cuidadosamente pintadas. No me gusta la perfección, prefiero la maravilla que logras con ellas, ese irregular movimiento telúrico que me traslada a no sé qué confín de la tierra donde coexisten lo humano y lo divino. Tus dedos trabajan en mi cuerpo, incansables. En ellos está todo el placer de un siglo y yo así convulsa, pusilánime, diva de ayes. ¿Adónde me llevas? Creo que he dejado de existir después del primer orgasmo."
Otra mujer, lejos del mar, ha sido poseída por su hombre muchas veces, cientos de veces. Desde la adolescencia se ha dejado penetrar en busca de las sensaciones prometidas que aún no encuentra. Aunque hubo otros hombres el resultado ha sido el mismo, cabalgan sobre ella, forcejean, se complacen y listo.
(...)
Sabe que alguien la espera cerca del mar y ya está retrasada. Sus deseos van más allá de lo que hace. El marido la nota perturbada y ella a modo de disculpa dice que se ha entretenido un poco; por eso dejó derramar la leche hirviente en la cazuela y ahora limpia con apuro las manchas sobre el borde de la hornilla. El café en la mesa está frío y el marido comenta que ella ni siquiera lo ha probado. Él intenta leer el periódico pero no lee, ha decidido observarla y se cree con todo el derecho de descubrir qué es lo que hay en el fondo de esa cabecita revuelta que no ha tenido tiempo de peinarse.
(...)
No vendrá. Ha anochecido y los primeros enamorados llegan a la costa para desnudar su amor. No vendrá pero esta mujer no se ha ido. Recuerda las canciones de las horas tristes y su desgana cae como si fuera llanto, pero no llora.
(...)
Teme llegar tarde a la cita. Acabará de una vez con esa vida mediocre y la condena de vivir para un hombre que muy bien pudiera conformarse con las neolíticas cavernas. Quiere ser mujer y la experiencia de la otra tarde no la deja quieta. Teme, sí, tiene un miedo horrible a la violencia y no quiere ser maltratada ni compactada contra el armario.
(…)
La noche es hermosa y el aire ha refrescado bastante, siente frío. Se levanta, sin prisa. Nadie la aguarda en casa y en realidad no quiere irse. Pero se va como si flotara faltando siete minutos para las nueve, entibiando la atmósfera con su aroma de mujer y sexo. Se va sin despedirse porque es como si quedara esperando a aquella otra mujer que llega a las nueve en punto a un encuentro triste como la ausencia y la espera.

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