Tragar, gustar, tragar (Cuento, fragmento)

 


Desperté en un área que más bien me pareció el lugar donde se llevaban a cabo los preparativos de un festín. No era propiamente una cocina ni almacén, sino un espacio apropiado con instrumental necesario para mi preparación y un personal adecuado para estas funciones. Fui debidamente tratado sobre una mesa, rasurado y aseado. Para mi interior, utilizaron prácticas de enjuague a través de enemas con el propósito de extraer los residuos adheridos a las paredes intestinales. Fui volteado varias veces y adobado con sales, ajo, cebolla, vinagre y limón. Luego pasé a otra cámara y sentí un vapor intenso. Sobre una parrilla colocaron mis muslos, esperaron que el calor arrugara la piel. Pensaba en la inutilidad de imaginar una salida o creer en otra muerte en el caso de que esta no fuera la única. Un hueco inmenso en mi cuerpo, sin sentido de un final movido a risa. En este estado el dolor ya no era dolor sino impaciencia de observar lo que va quedando de uno. Poco a poco penetré en un letargo hasta quedar profundamente dormido.

Publicado primero como plaquette del Banco de Ideas Z, en 1994.

De la serie “Cuentos que muerden” del libro “Cuentos de lo probable, lo Posible y lo Imposible”. (Editorial Génesis, 2000)


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