Entre el Fuego de Dos Siglos. Criticar la Crítica.
La Crítica Literaria Cubana entre el Fuego de Dos Siglos (Ediciones Matanzas, 2010), de José Antonio Michelena, es un libro actual y necesario, no sólo por su valor crítico sino por el seguimiento y balance que hace de esta disciplina en el transcurso de treinta años. ¿Qué ha sucedido? ¿Sigue estando la crítica cubana en lamentable estado como consideró Juan Marinello en 1969?
Profesores universitarios, narradores, poetas, ensayistas, críticos y editores ofrecen aquí sus juicios en dos momentos cruciales de la crítica literaria en Cuba: la década del 80’ (años de bonanza con grandes tiradas de libros y publicaciones periódicas) y el período 1990-2005 (colapso de las revistas, fin de las grandes tiradas, la era de medios alternativos como las plaquettes y, posteriormente, la recuperación de las editoriales, la revolución informática, el despertar de antiguas revistas y la aparición de otras nuevas). Rinaldo Acosta, Madeline Cámara, Reynaldo González, Eduardo Heras León, entre otros, expresan sin cortapisas –poniendo el dedo en la yaga– opiniones divergentes para polemizar sobre una asignatura pendiente en nuestra arena cultural.
“La crítica literaria en Cuba es bastante mala, absolutamente esporádica y practicada con seriedad sólo por algunos locos a los que les ha dado por eso” –opina el escritor Leonardo Padura. En otra de sus intervenciones asevera: “En primer término, ha aquejado a esta modalidad el protagonismo de los investigadores y ensayistas que, en lugar de pretender una obra de servicio, se proponen una obra de creación personal en la que suelen demostrar cuán inteligentes y agudos son. Una de las manifestaciones de esta deformación es «la metatranca», la indigestión de categorías, de postmodernidad a ultranza, que hace incomprensible el texto crítico.”
Margarita Mateo, profesora universitaria y ensayista, mira el lado positivo del asunto al plantear y sustentar con ejemplos que: “Ha habido no sólo una recuperación, sino importantes avances en la crítica literaria”. Más adelante, añade: “Pienso que uno de los problemas fundamentales de la promoción de la literatura es la escasez de reseñas y comentarios dirigidos a un público amplio, no versado en los detalles de la creación literaria, pero ávido de leer buena literatura”.
Por su parte, José Pérez Olivares, poeta, editor y crítico, afirma: “La censura no es una metáfora, y su presencia se constata en la política de las revistas literarias del país, incluso en aquellas que presumen de favorecer un clima de «debate abierto», pero que, en la práctica, evitan correr el riesgo de hacerse responsables de publicar alguna opinión «conflictiva» –o considerada como tal– por las autoridades llamadas «competentes».
Alberto Garrandés, narrador y ensayista, se lamenta: “En realidad, la crítica se paga muy mal, especialmente en las revistas”.
¿Queja o desilusión? ¿Continuidad o ruptura? El libro de entrevistas de José Antonio Michelena se lee entre fuegos, como si de una batalla campal se tratara. ¿Qué se critica? ¿Por qué la crítica? ¿Cómo se hace? Con el horno a tan alta temperatura, no me asombra que el libro haya tenido poca resonancia. Al criticar la crítica –que es su mérito–, el silencio por parte de los receptores es una respuesta acertada, para no errar.
Profesores universitarios, narradores, poetas, ensayistas, críticos y editores ofrecen aquí sus juicios en dos momentos cruciales de la crítica literaria en Cuba: la década del 80’ (años de bonanza con grandes tiradas de libros y publicaciones periódicas) y el período 1990-2005 (colapso de las revistas, fin de las grandes tiradas, la era de medios alternativos como las plaquettes y, posteriormente, la recuperación de las editoriales, la revolución informática, el despertar de antiguas revistas y la aparición de otras nuevas). Rinaldo Acosta, Madeline Cámara, Reynaldo González, Eduardo Heras León, entre otros, expresan sin cortapisas –poniendo el dedo en la yaga– opiniones divergentes para polemizar sobre una asignatura pendiente en nuestra arena cultural.
“La crítica literaria en Cuba es bastante mala, absolutamente esporádica y practicada con seriedad sólo por algunos locos a los que les ha dado por eso” –opina el escritor Leonardo Padura. En otra de sus intervenciones asevera: “En primer término, ha aquejado a esta modalidad el protagonismo de los investigadores y ensayistas que, en lugar de pretender una obra de servicio, se proponen una obra de creación personal en la que suelen demostrar cuán inteligentes y agudos son. Una de las manifestaciones de esta deformación es «la metatranca», la indigestión de categorías, de postmodernidad a ultranza, que hace incomprensible el texto crítico.”
Margarita Mateo, profesora universitaria y ensayista, mira el lado positivo del asunto al plantear y sustentar con ejemplos que: “Ha habido no sólo una recuperación, sino importantes avances en la crítica literaria”. Más adelante, añade: “Pienso que uno de los problemas fundamentales de la promoción de la literatura es la escasez de reseñas y comentarios dirigidos a un público amplio, no versado en los detalles de la creación literaria, pero ávido de leer buena literatura”.
Por su parte, José Pérez Olivares, poeta, editor y crítico, afirma: “La censura no es una metáfora, y su presencia se constata en la política de las revistas literarias del país, incluso en aquellas que presumen de favorecer un clima de «debate abierto», pero que, en la práctica, evitan correr el riesgo de hacerse responsables de publicar alguna opinión «conflictiva» –o considerada como tal– por las autoridades llamadas «competentes».
Alberto Garrandés, narrador y ensayista, se lamenta: “En realidad, la crítica se paga muy mal, especialmente en las revistas”.
¿Queja o desilusión? ¿Continuidad o ruptura? El libro de entrevistas de José Antonio Michelena se lee entre fuegos, como si de una batalla campal se tratara. ¿Qué se critica? ¿Por qué la crítica? ¿Cómo se hace? Con el horno a tan alta temperatura, no me asombra que el libro haya tenido poca resonancia. Al criticar la crítica –que es su mérito–, el silencio por parte de los receptores es una respuesta acertada, para no errar.
José Antonio Michelena
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