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Mostrando entradas de septiembre, 2015

Más de 20 cosas que podemos hacer sin dinero

¡Más de veinte cosas! No son dos ni tres; son más de veinte cosas. Ante todo, gracias le doy a la vida. El aliento de vida nos ha sido proporcionado y el oxígeno que está en el aire es gratuito para todos. Está claro que los amores sinceros, la amistad y la fe no se compran. Tampoco la fidelidad, la compasión y la solidaridad: las aprendimos, las cultivamos, las practicamos. Los ideales, aunque no son inamovibles, no suelen comprarse; uno se compromete con ellos. Los sentimientos y las emociones que nos producen dolor y placer, nacen con nosotros. Nada de esto voy a enumerar; tampoco las andanzas y paseos urbanos; ni las siestas, ni la contemplación de las puestas de sol y los amaneceres. Comienzo con algunas sugerencias generales   –que no deben tomarse como una alternativa de la pobreza, resignación, o porque el dinero no nos alcance; tomémoslas por el placer que hay en ello y el beneficio que nos reporta. Ante todo mantener despierto el deseo de vivir, experimentar,

Lyckostormen

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Bild: Silvia Mar Författare: Miguel Ángel Fraga Nyheten skakade staden när den nådde fram. Pannor rynkades. Man lyssnade uppmärksamt till väderleksrapporterna. Stormen, med vindbyar på upp till 240 km/timman, förväntades övergå i kraftig orkan. Gatorna låg öde, folk gjorde sig beredda att ta emot lyckan som närmade sig. En gammal, tandlös kvinna – som upplevt en liknande storm i sin barndom - kupade händerna kring munnen och skrek ut, till alla som kunde höra: – Så går det! Så mycket har ni pratat om lyckan att nu kommer den att drabba er. – Tyst, gamla häxa! –sa apotekaren och stängde sin butik. Om stormen skulle påverka allt, vart skulle då alla känslor och sinnesröreser ta vägen. En mager dam tömde sitt smyckeskrin för att få plats med all sin fåfänga. Hon hade rusat till banken för att placera den i ett kassafack – men banken hade redan hunnit stänga. De högre tjänstemännen hade åkt iväg för att rädda ränta, hypokresi och intrig. De anställda, å sin sida, s

Tormenta de Felicidad

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Foto: Silvia Mar La noticia llegó a la ciudad con sobresalto. Los entrecejos se arrugaron. Con atención se escucharon los partes meteorológicos. Se esperaba que la tormenta, con rachas de vientos superior a los 240 kilómetros por hora, se transformara en un potente huracán. Las calles quedaron desiertas, la gente se preparaba para recibir la felicidad que se avecinaba. Una vieja desdentada –que había superado una tormenta semejante en su infancia– hizo bocina con las manos para culpar a aquellos que alcanzaban oírle. – Tanto habéis hablado de la felicidad que por fin se les viene encima. – ¡Cállate, bruja! –dijo el farmacéutico y cerró su negocio. Si la tormenta barría con todo a dónde irían sus sentimientos y emociones. Una señora adusta vació su joyero para colocar en él toda su vanidad. Corrió al banco para conservarla en una caja fuerte, pero el edificio ya estaba cerrado. Los funcionarios habían partido para poner a buen recaudo al interés, la hipocresía y l