Yalta. Tocar las nubes y el mar


De Koktebel viajamos a Sudak y luego continuamos hacia Yalta. Como transporte preferimos utilizar los buses regionales para evitar un desencuentro con otro “Nicolai” amante de la velocidad. Fue atinada la elección pues el sur de la península de Crimea es montañoso con carreteras estrechas que serpentean entre cerros, precipicios y acantilados. El viaje fue una verdadera excursión que nos permitió admirar impresionantes riscos y promontorios. Desde nuestra altura las nubes nos rodeaban por momentos. Uno podía extender la mano y sentir el vapor del agua a punto de precipitarse. Disfrutamos hermosos paisajes de valles y playas; también de los poblados que se encuentran en las laderas de las colinas con vistas al Mar Negro.
Yalta está situada en una depresión entre las montañas y el mar en la costa septentrional de Crimea. La mayoría de las urbanizaciones se extienden hacia las laderas del lomerío. Las calles son estrechas, como terrazas. Abundan las escaleras y escalinatas que se usan como atajos.
La ciudad es famosa como balneario desde el siglo XIX. Uno de los zares rusos construyó aquí su residencia de verano. León Tolstoi y Anton Tjechov pasaron también largas temporadas en sus respectivas villas.

En 1945, en la nombrada Conferencia de Yalta, se reunieron los líderes de las potencias aliadas (Churchill, Stalin y Roosevelt) en el antiguo palacio imperial para discutir temas cruciales que pusieran fin a la Segunda Guerra Mundial. Este encuentro presupuso el comienzo de la Guerra Fría.


Durante el dominio de la Unión Soviética, Yalta funcionó como centro de descanso y recuperación por las propiedades benéficas que brinda la región. En la zona se fundaron sanatorios con fines terapéuticos y de rehabilitación.

El edificio más conocido es el castillo romántico “Nido de Golondrinas”. Fue construido al borde de un acantilado en 1912 por el arquitecto Leonid Sherwood para el industrial petrolero barón Steingel. Por su hermosura y el sitio en que fue erigido, el castillo ha devenido en símbolo de la ciudad.

Al oeste de la ciudad se construyen actualmente vistosos hoteles posmodernos que recuerdan a los edificios de Dubái.

Se respira aires de solvencia con comercios y boutiques de firmas reconocidas mundialmente. En el paseo marítimo a lo largo de la playa y el puerto, abundan los cafés, los restaurantes y los centros nocturnos. En las plazas los niños suelen patinar, montar bicicletas y conducir vehículos infantiles. A ratos encuentras a un mimo representando un personaje histórico y en determinadas áreas uno puede fotografiarse con soberbios vestidos de la época imperial rusa.

La localidad es muy colorida en el verano, se llena de turistas, sobre todo rusos.  Los visitantes lucen sus prendas y ropas de marcas con glamur, cenan en restaurantes de lujo y beben los mejores vinos y coñac de la región. La ciudad, como la historia lo demuestra, continúa siendo la gema del Mar Negro.

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