Cuba, la obsesión. (Parte 4)

¡Ya te vas! ¿Qué me vas a dejar? El pantalón, las chancletas, el calzoncillo, cualquier cosa, dame un salve.



Voy en pira, asere. Me voy, me voy. Avenida Rancho Boyeros por ahí pa’ llá. La cosa está como para no quedarse. ¿Nos vas a extrañar? Claro, Cuba es como una india despintada a la cual tengo cariño por sus mañas y pericias. Despacho sin orden los presentes que me sobran, parte de mi aseo personal y todo lo que supongo podré recuperar en Suecia. Esos son los regalos de despedida que dejo para que no me olviden tan pronto. No tienes que devolverme el pulóver, quédate con él, bueno, con los dos. No me digas que vas a guardar para cuando yo regrese la crema hidratante que se me olvidó en tu casa, quédatela. Este dinerito es para ti. Mejor cámbialo y dale la mitad a tu hermana. ¡Quédate hasta el domingo, vamos a formar tremenda fiesta! Me gustaría pero no quiero pagar a Emigración 25 CUC por continuar pisando el suelo patrio, además no sé lo que la aerolínea quiera pedir por una nueva fecha de vuelo. Un abrazo mi socio... Adiós.


¡Ñó, qué cola! Ni porque llegué temprano. Esto está prendío, ¿a qué hora comienzan a chequear los turistas? ¿Cuántos vuelos saldrán hoy? Check in. Aquí tiene el boleto para abordar el avión hacia Paris y el boleto del vuelo para Copenhague. En la ventanilla de impuestos de aeropuertos le entregarán un sello por valor de 25 CUC. Oye, señora, no se cuele que yo estoy en lo mismo que usted. La cola empieza allá, al final. No me tiene que tocar, por favor. Si no se quita la empujo. El próximo soy yo. Se repugna, arquea una ceja. Yo arqueo las dos y cambio el bolso de hombro.

Ahora viene lo peor. Todos los que se quieren ir se han concentrado frente a las cabinas de controles de los pasaportes. Alguien está llamando a los pasajeros retrasados del vuelo a Moscú. ¿Usted para dónde va? ¿Madrid? No, yo voy para Francia. Todos en la misma maraña cabrona. Ocho cabinas y quinientas personas pretendiendo ser los primeros en la cola de la papa, digo del control de pasaporte. Dios mío, yo no quiero perder el avión. ¡Moscú! ¡Moscú! ¿Por qué no llamarán Paris? El billete dice 20:25 hora de embarque y yo tengo las 20:50. El avión despega a las 21:20. Usted no va ahí. Ahora soy yo el que se cuela, el que intenta pero no lo consigue, todos quieren –tanto extranjeros como nativos– salir de Cuba, a como dé lugar. Le he dicho dos veces que usted no va ahí. Mi vuelo se va a las nueve y veinte ¿y el suyo? Señorita, por favor, ayúdeme, mire, pero mire para que se entere, en diez minutos perderé el vuelo y yo ya entregué mi maleta. ¿Qué va a pasar con ella? Si usted no vuela su maleta se bajará del avión. No, no, que no bajen nada que yo me monto. Permiso, permiso. Qué cosa é, yo me voy en este vuelo, en el que me toca. Policía... Gracias, señorita. Menos mal que está usted poniendo orden (le hubiera dado un chocolatín pero no me quedan más). Sonrisa. Pasaporte, boleta de salida... Usted reside en el exterior, ¿verdad? Deme el otro pasaporte. ¿Algo más? Mire para la cámara, así, de ladito. Tiempo, búsqueda. El avión... creo que siento hasta los motores. Que tenga buen viaje. Gracias. Sonrisa hipócrita. Apúrate que te quedas. ¡Queeeeee! ¡Más cola! Control de seguridad. Por suerte no tengo chaleco ni cinto porque los dejé en tierra pero tengo 60 personas delante de mí. Pasajeros del vuelo 2350 con destino Paris por favor presentarse urgentemente en la puerta de embarque. Me están llamando, no lo oye, permiso, permiso, yo no me voy a quedar. PERMISOOO. Signorina... ¡Madame! Madame, permiso. Maletín aquí, no tengo ni cinto ni sortijas ni líquidos ni ordenador ni monedas ni nada de nada. ¡Ya! Uf, listo, gracias. ¿Y ahora? ¡A correr!


Me siento y de inmediato me ajusto el cinturón (para estar bien seguro). Las aeromozas rocían perfume francés con sendos atomizadores por los corredores del avión. ¿Querrán con esto enmascarar el olor tropical que los turistas llevan en los sobacos? Cierro los ojos, la nave se separa de tierra firme, trato de reconciliarme con Cuba... Por suerte puedo escoger y prefiero la nostalgia.

Comentarios

Aguaya ha dicho que…
Migue: éste, y los tres anteriores, me han hecho recordar cada segundo de mi viaje a Cuba en el 2009, después de 6 an~os sin ir.
Sinceramente, no sé man~ana ni el mes que viene, pero salí con deseos de no poner un pie más allá en buen tiempo... a no ser por alguna urgencia familiar.
Qué tristeza me da pensar así de mi propio país... :-(
Un abrazo para ti.
Miguel Ángel Fraga ha dicho que…
Aguaya. Tal vez los cubanos que viven en Cuba o los que todavía no han podido regresar al terruño, no entiendan estos sentimientos. Pueden parecer extravagancias con marcado sentido de superioridad. Sanamente hay que vivir esta experiencia. No se siente uno ni mejor ni peor, sencillamente diferente, raro.
Aguaya ha dicho que…
...e impotente. A mí me pasaron otras cosillas al entrar y al salir... :-(

Sabes qué me resultó curioso? que instintivamente mi brazo iba (porque recordaba) al lugar de los encendedores de la luz, sin embargo se quedaba más abajo: en mi casa en Cuba quedan los "chuchos" unos 10cm más altos en la pared que los de Berlín...
Ray ha dicho que…
Cabrón, que sabes llegarle a uno! jajajajajajj me gustó un mundo..un abrazo desde San Petersburgo
Miguel Ángel Fraga ha dicho que…
Gracias a ti y a todos por compartir mi experiencia.

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