Las eras de René Vázquez Díaz

René Vázquez Díaz
Desde sus inicios como escritor René Vázquez Díaz ha transitado por arenas movedizas. Sin pertenecer al grupo de los “escritores malditos” censurados en Cuba durante y después del quinquenio gris, René ha recibido de alguna u otra forma el rechazo de posiciones políticas encontradas. Muchas cosas quedan en entredicho y tal parece que el escritor avanza por una cuerda que se tensa por la crítica de los que le exigen que se ate de una vez al pilar de la derecha o al pilar de la izquierda. En mi opinión, es esto lo que incomoda. La indefinición no es permitida si se pretende acreditar o desnudar un imperio. Sin embargo, por fuerza u honestidad nadie queda indiferente y, como a un animal peligroso, le siguen los pasos. El giro que ha tomado su narrativa y el compromiso social que asume lo convierte en un escritor polémico. Aún así su obra trasciende los panfletos y los estereotipos literarios. El premio Juan Rulfo que recibió en 2008 lo confirma.
Cuestionable o no, en su obra no hay suturas. Para demostrarlo tomemos su trilogía de la Cuba Profunda La era imaginaria (Montesinos, 1986), La isla del cundeamor (Alfaguara, 1995) y Un amor que se nos va (Montesinos, 2006), la historia de una generación que pudiera ser la novela de su vida. No me refiero a que sean novelas autobiográficas sino frutos de etapas de la vida del escritor.
Las trilogías se pueden simplificar como novelas en tres partes, en series o versiones de una novela anterior. En La era... La isla... y Un amor... encontramos en paralelo la evolución de los personajes y la madurez creciente del novelista. Pirandello en su pieza de teatro repudió a sus seis personajes en busca de autor; en cambio, Vázquez Díaz va a por ellos. Con pericia y constancia el escritor siguió con celo el progreso de los personajes. Cada novela de la tríada fue publicada en el intervalo aproximado de una década y en cada una utilizó un discurso diferente como tribuna para sus argumentos. No es mi intención realizar un análisis literario de las obras sino confrontar a través de ellas el desarrollo intelectual del autor. Con el ojo de un águila pudiera resumir que la trilogía, al filo de la Revolución cubana, surge en la era imaginaria donde se definen las aspiraciones de los protagonistas para dar un salto a la isla del Cundeamor o sueño americano y terminar luego en la locura y como escenario, la patria.
La era imaginariaPero no es todo tan sencillo como el águila puede verlo. No es cosa de atar cabos y empatar simbolismos. Había apuntado que su trilogía conforma tres etapas de la vida del escritor y las etapas o eras requieren tiempos para su consumación. Del joven estudiante de ingeniería naval que la Revolución había depositado su confianza con la esperanza de formar al “hombre nuevo”, René Vázquez Díaz se convirtió en el desertor, en uno más de la lista de los anónimos inconfesables. Aparece entonces, como respuesta, la nostalgia o la necesidad abierta de rescatar, desde la distancia, la presencia de la isla. A partir de este momento, el joven comienza la construcción de su propia ínsula. El lirismo social y filosófico de La era imaginaria se revela a través de la amistad de Repelo y Nicotiano, dos niños disfrazados de hombres, o viceversa, que construyen una pequeña nave con el propósito de evadirse a algún lugar. Mientras tanto, Yoya la miliciana, les espeta: “Ustedes son el futuro de la patria... el luminoso mañana de este proceso que es la culminación de ciento cincuenta años de lucha”. En esta novela el autor se nutre de la las novelas del boom y la cultura latinoamericana para dar a conocer sus inquietudes. Es la obra de un joven escritor que con vehemencia necesita poner el dedo en la yaga de verdades no absolutas. Y lo logra con éxito, sin dudas, pero habrá que esperar un poco más para que la tía Ulalume, en nombre de Nicotiano, lance de vuelta al mar la botella con la historia de La isla del Cundeamor.
Alegorías, presentimientos, evocaciones crean un archipiélago. La maldita circunstancia del agua por todas partes, parece repetir Virgilio Piñera, siempre presente con su poema La isla en peso. Y a esto es a lo que Vázquez Díaz no puede renunciar aunque intente en la isla de los cundeamores mostrar el otro lado del mundo, la Cuba desde afuera, aquella que se desangra por reproducir la isla que sólo se puede amar u odiar si se ha nacido en ella. Su segunda novela pudo haber surgido a partir del choque del autor con los cubanos del exilio de La Florida. Aquí aparecen otras verdades más allá de las quimeras y los ideales. El sueño norteamericano se desvanece.
Como la vida no está asegurada en ninguna parte, en consecuencia, René Vázquez Díaz cree que la única posibilidad de salir de su isla castrense es propiciar el acercamiento de los intelectuales cubanos que viven tanto dentro como fuera de la isla. El primer paso en este sentido tuvo lugar en el Encuentro de Estocolmo en 1994. Once escritores cubanos, entre ellos, Miguel Barnet, Senel Paz, Jesús Díaz, Heberto Padilla y René Vázquez Díaz, firmaron un documento que abogaba por la libertad de expresión y el cese del bloqueo económico a Cuba. Siguiendo esta hoja de ruta se desarrollaron similares encuentros en Francia y España.
Otra vez los años y la espera de una nueva era que emerge para atajar el “amor que se nos va”. El autor ha alcanzado la madurez y se ha mantenido firme en el empeño de agrupar a los cubanos de la diáspora que quieren acercarse a la isla, asume una posición militante bajo el criterio de que la cultura cubana es indivisible. En este marco político da a conocer la tercera entrega de la saga que, desde la verborrea de un orate como protagonista, es su novela más realista, rociada a su vez, de ingenioso humor criollo. Una nueva generación da continuidad a la anterior. Los niños imaginados se han convertido en hombres de carne hueso; han crecido y han encontrado sus propias verdades. A ellos ya no les hace falta evocar el pasado ni mirar angelotes con cornucopias. “El hombre nuevo” ha dado su fruto y es esto lo que brinda. Podrá hablarse de una generación perdida para aquellos que se cansaron primero, que en el diario esfuerzo por mantenerse erguidos acabaron desplomándose. Pirulí, el pintor, degeneró en un sui generis peluquero parlanchín de la peluquería El corte de los Milagros; su madre, Yoya la miliciana, en la senectud de sus días, se oculta para recuperar en la lectura el tiempo perdido; y Repelo, el personaje más capacitado y prominente, sin explicar por qué, termina sus días entre los escombros de la plataforma donde fraguó sus sueños.
Si decidiera concluir aquí mis disquisiciones la tesis de la trilogía resultaría patética, al menos frustrante. Pero en las últimas líneas de Un amor que se nos va se percibe un tono conciliador en las figuras de Mofeta y Oracio que responden al afán del humanista por adaptarse al presente. Nadie ha destruido la Revolución, sólo se transforma. Hay esperanzas para que las islas esparcidas por el mundo vuelvan a juntarse en una nueva era. Si todos los tiempos son de cambios, este no es el final pues la saga continúa.
De pronto el doctor LealY De pronto el Doctor Leal (Icaria, 2008) aparece en medio de una trama que crece de manera vertiginosa donde el autor abandona al personaje en la vorágine de los grupos políticos que lo han acorralado, lo que hace de la novela una parábola que muestra cómo el ser humano es manipulado por los bandos de centro, derecha, izquierda, norte y sur. La muerte simbólica del personaje lo libera para que sea él quien decida finalmente su propia suerte. Tanto el escritor Vázquez Díaz como el doctor Leal, con intención uno, sin proponérselo el otro, avanzan por una cuerda floja –soplados y mantenidos por los vientos del este y del oeste, las presiones de los astros y la fuerza de gravedad– cosa que les obliga a tomar partido, lo quieran o no. Y es en este momento que florece la cuarta etapa del escritor cuando con el respaldo de la Embajada Cubana en Suecia y de un grupo de cubanos residentes en ese país fundaron la asociación Cubanos por Cuba. En febrero de 2008 en la propia embajada se dio lectura del documento “Declaración de los cubanos en Suecia contra el bloqueo”.
En la obra de René Vázquez Díaz hay ruptura y continuidad; cada novela suya ha correspondido a un momento de su vida como hombre y como intelectual. La era imaginaria. Escenario, Cuba: la juventud siempre aparejada a la poética, los sueños, el deseo de saber qué hay más allá del océano. La tía Ulalume junto con Nicotiano abandonan la isla. Es una obra que justifica la disidencia del estudiante de ingeniería naval. La isla del cundeamor. Escenario, EEUU: el descubrimiento de la otra orilla y la evidencia de que esta parte del océano no era realmente lo que uno buscaba. La adaptación al medio; la isla vista desde afuera. Comienzo de la nostalgia. La botella es lanzada otra vez al mar. En la arena política el autor hace sus primeros intentos por acercarse a la isla a través de reunir a intelectuales cubanos que viven tanto dentro como fuera de Cuba. Un amor que se nos va. Escenario, Cuba: El reencuentro. La patria otra vez. La tía Ulalume regresa de visita a la isla. Se maneja la posibilidad de lograr un entendimiento pese a los diferentes niveles de pensamiento. Mofeta y Orapronobis intentan la reconciliación. ¿No es esta la reconciliación que anda buscando el intelectual? El autor ha tenido la posibilidad de regresar a su país. El aura de disidente se ha borrado. Y De pronto el doctor Leal, con escenario una vez más en EEUU, es obligado a tomar partido o a definirse. Aunque el autor pretende un final abierto su personaje está muy bien plantado desde el principio. La medicina del capitalismo norteamericano no le interesa, más bien le lacera por lo que postula la defensa de los valores y los derechos humanos. Este mismo sentimiento es el que mueve a René Vázquez Díaz a luchar en contra del bloqueo y a defender la posición de los cinco cubanos que cumplen prisión en EEUU, cosas que en la novela son notables. El doctor al disparar su pistola se libera de la presión de los bandos en pugna. Aunque el escritor renuncia a escribir el final de la historia se asegura que el doctor Leal lleve en su bolsillo el chicle para que, si se anima, pueda pegarlo en el ojo del león. El lector se encargará de completar el dibujo uniendo las líneas de puntos.
Considero que buena parte de la literatura cubana de las últimas dos décadas se ha caracterizado por el desahogo de los cubanos al mostrar el lado oscuro de la Revolución a modo de crítica social. Hastiados del realismo socialista impuesto, los novísimos escritores o los postmodernos comenzaron a escribir desde la marginalidad. Muchos escritores exiliados y autoexiliados continúan arremetiendo con sarcasmo a la administración de los Castros. René Vázquez Díaz, en cambio, sin dejar de pertenecer al grupo de autores que escriben fuera de Cuba, como escritor e intelectual pretende una reconciliación con el régimen lo que lo convierte en blanco de interpretaciones extremistas. Este añadido hace que su obra se lea de manera diferente y estremece, en este sentido, el panorama literario.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Hola Migue, excelente reseña. Cuando a ti te da por trabajar, lo haces muy bien. Yo hace tiempo que estoy queriendo leer la tercera novela de la trilogía, pero no he podido empatarme con ella.
Michelena
Anónimo ha dicho que…
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Anónimo ha dicho que…
Gracias, Miguel! Muy buen artículo, muy bien pensado. Expresas tu opinión con admirable mesura.

Te envío la contraportada de un nuevo libro que se publica en abril y que va a complicarte un poco las cosas.

Pero será una complicación positiva, que seguramente dará pie a nuevas reflexiones tuyas.

R.V.D.

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