De Alicante a L’Estartit



La zona costera de Cataluña que comienza en la desembocadura del río La Tordera y finaliza en la frontera con Francia en Portbou, se conoce con el nombre de Costa Brava por sus paisajes escarpados y agrestes. Estos 214 km de costa pertenecen a la provincia de Girona en la Comunidad Autónoma de Cataluña. Antes de la avalancha turística había sido una franja de pescadores y agricultores que vivían pacíficamente en pequeñas aldeas de angostas calles y casas rústicas. Se considera la puerta de entrada de la península ibérica desde la Europa mediterránea. Pintores como Marc Chagall, Picasso y Dalí pusieron la cosa mala (o buena, según se mire) al perpetuar en sus pinturas la belleza casi salvaje de estas comarcas. Ellos fueron los primeros que esparcieron las imágenes turísticas de la Costa Brava por el mundo. A pesar de las urbanizaciones actuales, los poblados no han perdido su original encanto aunque sus habitantes ya no son pescadores, sino gente que trabaja sin descanso primavera-verano para sacarle el mayor partido a los ingresos que dejan los turistas.
L’Estartit es una población costera del municipio de Torroella de Montgrí con 3.540 habitantes emplazado muy cerca del archipiélago de las islas Medas. Es un pueblo que vive fundamentalmente del turismo y en el verano es cuando alcanza su máximo esplendor. Y como es verano llegué yo, a veranear.
El hombre, o sea, yo, propone y mi sobrino, el anfitrión, dispone. Te quedó muy grande eso de venir a veranear, a tomar solcito en la playa; he abierto recién mi negocio y no doy abasto con los empleados; necesito tu ayuda. ¡Trabajar! El comunicado me lo dio después del primer abrazo, sin medias tintas, con una gran alegría en el rostro. ¡Coño, yo no sabía que me estabas esperando con tantas ansias! Pues si hay que trabajar, se trabaja. Esto es un asunto de familia y por mi sobrino... ¡De pinga, asere! ¿Trabajar, dijiste?

Muy dispuesto pregunté ¿qué tengo que hacer? Hum... esos fiambres se ven deliciosos. Debería probar uno porque con el estómago lleno se trabaja mejor. ¿Qué tu crees, sobrino? Come lo que tu quieras pero ponte el delantal que los primeros clientes están al llegar. ¿Puedo ponerme en el plato también esta pizza con chorizo y hum... estas gambas? Y una cervecita para bajar la comida; cualquiera, esa misma, San Miguel o mejor, una Estrella. Cualquiera, chico, da igual. Déjame las dos en la mesa. Asere, vete pa’ la cocina, las mesas son para los clientes. Está bien, pero me llevo las cervezas, eh. Mi sobrino se encargaba de elaborar las pizzas lanzando la masa al aire como un experto pizzero. A mí me daba cierto pánico, temía que la masa se estrellara contra la pared o contra mi cara. Mi servicio era de camarero y consistía en anotar los pedidos. Como no estoy familiarizado con la hostelería me dije que trabajaría de manera informal. Los primeros clientes fueron unos franceses. Sobri, atiéndelos tú que ellos no quieren hablar castellano y yo no hablo francés. Los segundos hablaban inglés. Bueno, con estos me sentí mejor, pero como hace rato que no practico... sobri, échame una mano. Anotaba los pedidos y los ponía sobre el mostrador de la barra. Entre un cliente y otro, salía afuera a soltar un poco de humo. Tío Miguel, qué pasa con los pedidos, los clientes están impacientes. Yo ya les tomé nota, están allí sobre la barra. ¡Hombre, tienes que repartir las notas! No te fijas que hay tres copias, una para el bar, otra para la pizzería y la tercera para la cocina. ¡Ah, y me lo dices ahora! Yo pensaba que tú sabías esto, como dijiste que habías trabajado en un bar. Sí, en un bar sirviendo copas, no en un restaurante. Ok, corre y entrégale rápido los pedidos a la cocinera. ¡Apúrate!

También había olvidado anotar el número de las mesas en el vale. Me hice imprescindible. ¿Para quién es la ensalada? Para el rubio de la nariz respingada. La botella de vino... para los peludos de la última mesa. Y la Quattro Stagioni para la vieja del turbante negro, no, para el gordo del bigote azul. Perdón, el de bigote negro con turbante azul. Me estás liando, tío, mejor llévala tú. Yo no pedí cuatro estaciones, sino Calzone. ¿Quién pidió Quattro Stagioni? Please, me. Ah, la flaca narizona de la mesa cinco. Esa es la mesa seis. Da igual, es narizona y flaca.
Oye, el tipo de la carbonara ya no la quiere, dice que nos hemos demorado mucho en servírsela. ¿Que no la quiere? ¿Ahora que está lista? Dame acá, se la llevo yo. Pero, señor, si está buenísima... ¿Nos la desprecia? Pues esto no se tira, me lo como yo. Si no quiere la ensalada me la llevo también. Odio trabajar con clientes tan pesados... Sobri, voy a coger una cerveza para bajar la carbonara. Tío, me has armado tremendo lío en el negocio, el tipo se fue sin pagar. Te estoy ayudando con tremenda voluntad, sobri. Pensándolo mejor, siéntate, relájate, no me ayudes más, ya me encargo yo. Gracias, sobri, así le meto mano a la carbonara. Hum... está exquisita.

Comentarios
Bueno, por lo menos la carbonara se aprovechó bien, verdad? :-)
Que bien se ven los dos pizeros satisfechos en la foto!
Oye, y no habrá una piza de chorizo para la gordita de los espejuelitos rojos? ;-)
Bonito post, estás hecho un cronista para la vista y el apetito!
Hacia rato que no me reia tanto!
Alexandra
Por cierto, tu libro me lo agitó mi esposo. Así mismo: me lo quitó de las manos. Pero ya lo terminó (le gustó mucho). Así que ahora lo he retomado y vuelto a empezar, para no olvidar ningún detalle.
Un abrazo!!